viernes, 13 de noviembre de 2015

El odio



Quiero decir algo sobre el odio.

He visto tantas cosas en el Internet esta noche. Claro me he quedado pegado a mi correo, a Facebook y a Twitter, y tal vez no estoy en mi punto más ecuánime. Como ha pasado con muchas personas esta noche, lo de Francia me ha afectado íntima y descarnadamente, en parte por razones personales y también porque las manifestaciones de odio son tan terriblemente perturbadoras.

Lo primero que quiero decir es que no deseo que el odio me infecte. Es una sombra malvada que recorre el mundo apagando las luces de la civilización;  lo hemos visto antes en la historia: dicha oscuridad no se originó en una religión o una etnía particular, pero para algunas personas lleva el nombre de una persuasión específica. También hemos visto antes como se señalan a grupos enteros como culpables por los actos de unos cuantos. A pesar de esta xenofobia en realidad las bombas no tienen origen étnico, ni religioso, ni nacional: caen libremente ahora en todo el mundo.

La muerte de “John el yihadista” es un asesinato que ocurre allende de cualquier sistema jurídico. Las muertes de sus propias víctimas James Foley, Steven Sotloff, David Haines, Allan Henning, Abdul Rahman Kassig y los demás también son extrajudiciales: son todas muertes motivadas por el odio y esto es lo que debe estar preocupándonos. Las de París ahora son la consecuencia la total irracionalidad, insensatez y aberración.  Francia resiste al odio por ahora pero la hiel siempre cobra a la humanidad de sus víctimas por trozos.

No se puede aceptar al terror como una estrategia que nos viene a dominar; hay que hacerle frente. Pero la lucha mayor es contra la inquina y el horror. Por esta razón abrazo a todos mis hermanos de buena voluntad, los cristianos, los judíos, los musulmanes, los budistas, los de todos los partidos políticos y de origen nacional. Siento que juntos podemos confrontar el mal. 

Es cierto que hay que aislar a quienes han elegido odiar y obrar en consecuencia. Hay que llevarles a la justicia, pero no la justicia de vengador, sino la de la ley y el derecho. 

 
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