martes, 28 de abril de 2009

¡No soy cachifa de nadie!



Las caras en esta foto han sido distorcionadas para ocultar la identidad de las personas retratadas. Estos estudiantes se reunen en la Calle La Peta para compartir con amigos y amigas.



“Cachifa” es una palabra despectiva en Venezuela para referir a una mujer que limpia las casas de otras personas. El término es un insulto.

Muchas mujeres inviertan energía e inclusive dinero en esfuerzos para distinguirse de estas cachifas: por ejemplo, les dan uniformes para que nadie jamás confunda la ama de casa con quien la asea y ordena.

El miedo a que le asocien a uno con las tareas del saneo no se limita a las mujeres: muchos orgullosos padres e hijos desprecian cabalmente a todas las labores domésticas, sintiéndose vulnerados en su hombría si alguien les pida que arroje un desperdicio en un lugar apropiado o que lave un plato.

Es más: quienes limpian las calles y recolectan la basura municipal también son vilipendiados, y las demás personas les asocian con el producto que recogen. Hace años facilité entre una cooperativa de recolectores de basura en San Antonio de Los Altos: un socio de la organización me contó como una vez pidió agua de una dueña de casa, y ella se la dio en una vieja y oxidada lata de sardinas. Aparentemente no había un jabón suficientemente fuerte para lavar el sucio que dejaría este señor en un vaso de su cocina.

¿A qué viene esto?

Es una continuación de las reflexiones que incié abajo en la entrega anterior en este blog.


Mucha gente se aterra frente a la sugerencia que ayude a limpiar el ambiente, o que por lo menos, que no contribuya a su degradación, creo por problemas de estatus. Y en consecuencia las personas conviven en entornos que la colectividad destruye sin que haya responsables para su mantenimiento. Se ha naturalizado esto tanto que ya no vemos la pobre estética que nos ronda.

En estas fotos hay estudiantes universitarias que usan espacios de la Universidad Central para descansar o compartir con amigos y amigas sin darse cuenta que están parados entre papeles, vidrios, latas y otros desperdicios en el piso. No los ven.

Varias veces he participado en actividades colectivas de limpieza de la ciudad universitaria. Andaba con mis guantes, mi gran bolsa negra y ropa de trabajo físico. Inclusive ocurría varias veces que cuando me acercaba a grupos de muchachos, éstos deliberadamente arrojaban mas papeles al piso, en lo que parecía un gesto de descrédito a mi oficio. Pero tan pronto que les invitara a unirse al esfuerzo, y me identificara como profesora de la institución, se cambiaba su actitud:

”¡Profesora!! ¡Claro que sí! ¿Dónde hay una bolsa y guantes?”

Era un problema de clase social. Quien se porta así sufra intensamente por la vulnerabilidad de su autoestima.

Y esto conlleva a otro tema: ”La tragedia de los ‘Commons’”; la fuente citada está en inglés y se refiere a un trabajo clásico escrito por Garrett Hardin. Escribiré sobre esto en otro momento.



Las caras en esta foto han sido distorcionadas para ocultar la identidad de las personas retratadas. Son estudiantes que descansan entre clases en la zona llamada "Tierra de Nadie" de la Universidad Central de Venezuela.

 
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