lunes, 10 de septiembre de 2018

Las Democracias modernas, parte 1


(Este es un nuevo capítulo en el trabajo que hago sobre la democracia.)


Las Democracias modernas, parte 1

Karen Cronick

La de Gran Bretaña nació históricamente en intentos sucesivos a través de muchos siglos para lograr algún tipo de consulta y control ciudadano sobre el poder. En cambio los modelos estadounidense y francés nacieron de conflictos violentos y específicos, y luego decisiones políticas las cuales iremos señalando en los capítulos siguientes. Entre los arquitectos de las primeras democracias modernas, en los Estados Unidos y Francia hubo procesos revolucionarios (y luego la restauración monárquica en Francia y el regreso a la democracia en el país); los dos países se inspiraron en el modelo ateniense, y  en grado menor, en la República Romana antes de Cesar. 

El nacimiento de las verdaderas democracias modernas se inició en el Siglo IXX y se consolidó en el Siglo XX. Se trata de algo muy reciente en la historia de la humanidad. Ellas no se restringieron a Gran Bretaña, Los Estados Unidos y Francia: no eran las únicas del mundo moderno en el siglo IXX:

a. Suiza: después de un referendo, en el país se aprobó una constitución democrática en 1847.
b. Australia: hubo comicios en Tasmania en 1856.
c. Nueva Zelandia logra el sufragio universal en 1893.

En otro apartado hablaré de la aparición de la democracia en América Latina.

Hay diferencias sustanciales entre el los modelos antiguos y modernos. Aunque en los inicios de la democracia estadounidense el derecho a votar no se extendía a los esclavos y las mujeres, el alcance de la posibilidad de ciudadanía fue mayor para los hombres blancos. Casi todos los adelantos en reconocer los derechos a sufragio universal llegaron en el Siglo XX, es decir el derecho a inclusión de las mujeres y las personas no-blancas.  En 1906 la República de Finlandia fue el primer país para implementar el sufragio universal, tanto en el derecho a votar como en él de postularse para puestos gubernamentales. En orden cronológica, el sufragio universal (que incluía a las mujeres) llegó a los Estados Unidos en 1920, al Reino Unido en 1928, a Francia en 1945 y a Venezuela en 1946 . 

En Gran Bretaña se abolió la esclavitud en 1833. El movimiento comenzó en las colonias, sobre todo en Canadá donde se aprobó una ley “para limitar la esclavitud” en 1793 (Henry, 2018).

Los afroamericanos masculinos de los Estados Unidos, ganaron –en un sentido formal- el derecho a votar con la Proclamación de Emancipación, firmado por Abraham Lincoln en  1863, pero en algunos estados hacía falta muchos años más para que se les  reconociera su derecho a votar; para intentar remediar estas limitaciones el Congreso pasó la enmienda XV a la Constitución en 1870, pero en algunos estados todavía hay impedimentos a su participación en comicios. 

Con relación a los esclavos africanos en Francia, en 1794 se abolió la esclavitud, pero en 1802 Napoleón Bonaparte lo reestableció, e inclusive negó a los africanos entrada en el país. Finalmente en 1815 se prohibió el tráfico de esclavos, y en 1848 la esclavitud francesa se prohibió en forma definitiva.

En términos de la estructura democrática, Gran Bretaña, Los Estados Unidos y Francia asumían formulas representativas en contraste con las elecciones directas en Atenas; es decir, los votantes eligen representantes para decidir en su nombre sobre los asuntos de Estado, y no se reunían todos en las plazas públicas para aceptar o rechazar cada propuesta de ley. Igualmente, aunque seguían la tradición ateniense de juicios legales decididos por jurados seleccionados entre la población, en la democracia moderna los procesos legales contaban con la presencia de jueces elegidos y reglas estrictas sobre la presentación de evidencia y declaraciones de los involucrados. Además ninguno de los ejemplos modernos empleaba el destierro para controlar la emergencia de dictadores. 

Gran Bretaña:

Los nombres de las Islas Británicas son variados y cargados de significado político. Un término antiguo, Albion es uno de los nombres más viejos. Los reinos británicos pos-romanos fueron conquistados por los anglos durante el siglo VI. La Gran Bretaña es el nombre de la isla principal que incluye la Escocia actual (antiguo hogar de los Pictos).  Inglaterra es la zona sur y central que ha formado una nación independiente desde el sigo XVIII.  Para hablar de la historia política de la zona es tal vez mejor usar el nombre de Gran Bretaña, entendiendo que el norte no fue conquistado por Inglaterra sino mucho más tarde.

Gran Britaña vio nacer, por un largo proceso histórico y cultural, una serie de proyectos de autogestión gubernamental que finalmente en el Siglo XIX abrieron las puertas a una democracia monárquica e informalmente constitucional -en el sentido de que no tienen un documento fundamental que deja plantadas las bases legales del sistema-. Lo más cercano a una constitución para los británicos es un acuerdo firmado entre Juan I y sus barones en Runnymede, cerca de Windsor, el 15 de junio de 1215. Es posible que  algo similar a aquel acercamiento paulatino a una innegable democracia ocurrió en Atenas, dado que, y como hemos visto, algunos mecanismos de consulta y control existían en otras ciudades griegas y aun en Mesopotamia antes de la constitución de Kleisthenes.

Se puede trazar una línea histórica en Gran Bretaña que comienza en las leyendas pos-romanas y pasa por documentos históricos, obras literarias y teatrales, acuerdos entre ciertos reyes y sectores de la población y termina en el sistema actual. Las leyendas incluyan el Rey Arturo y Robin Hood y las tradiciones de los reyes medievales tales como fueron recordados por Raphael Holinshed en sus “Crónicas de Inglaterra”, y luego William Shakespeare -quien convirtió sus vidas en alegorías del bien y el mal y examinó el significado del poder-. 

El Rey Arturo

Probablemente la leyenda de Rey Arturo sea un buen lugar para iniciar nuestra búsqueda de los orígenes de la democracia británica. Hay historiadores que niegan la existencia real del rey, pero hay coincidencias que hacen difícil rechazar totalmente a la fábula. Uno podría decir que la existencia histórica de este personaje es irrelevante, y en cierto grado lo es, pero dada su importancia en la creación de la cultura británica, hace falta situarlo en la tradición de la isla.  En dos párrafos, antes de iniciar el contenido de la leyenda, haremos un breve recorrido sobre la posible existencia verdadera de Arturo. 

Gran Bretaña era una colonia romana, pero en el Siglo III dC los romanos comenzaron a salir de las islas porque necesitaban sus tropas para protegerse de los invasores de los países germánicos. Ya para el Siglo V no había tropas allí. Esto dejó los habitantes (desde hace siglos eran ciudadanos romanos) sin protección contra invasiones. Para los pictos en el norte (ahora Escocia) y otros grupos no había impedimentos en estos tiempos para invasiones y saqueos. Al mismo tiempo la Confederación Sajona dejó de funcionar. En los antiguos crónicos anglo-sajonas dice: “Año 443. Este año los bretones pidieron ayuda de los romanos para defenderse contra los Pictos; no la obtuvieron porque los romanos estaban ocupados defendiéndose contra Attila, Rey de los Hunos. Entonces pidieron lo mismo a  los nobles Anglos.” (Mark, 2017 párrafo 9). Los anglos aceptaron protegerlos, pero una vez en la isla, decidieron quedarse. No está claro si se trataba de otra invasión, o si era simplemente una migración, pero, sí, hubo algunos conflictos y enfrentamientos entre ellos y los grupos originales.

En estos tiempos apareció un gran líder que venció a los sajones en la Batalla de Badon Hill; se llamaba “Ambrosius Aurelianus”, según los antiguos autores Gildas and Bede, and “Arturo” por  Nennius (Mark, 2017). En el poema medieval “Goddodin” también aparece el nombre (una sola mención). En todo caso en “La Historia de los Reyes de Bretaña” de Geoffrey of Monmouth (c. 1100 - c. 1155) el nombre Arturo ya se había convertido en una leyenda cuya versión actual provine de un libro escrito por Sir Thomas Malory, “Le Morte D’Arthur” en 1485 (Mark, 2017). 

Esta última versión de la leyenda de Arturo tiene un nacimiento místico, y está bajo la protección de un mago, Merlín. Después de conocer su destino, se casa con la hermosa reina Guinevere y se va con su corte a vivir en el castillo de Camelot. Una vez allí invita los caballeros más notables del reino –y luego de países europeos- a venir a comer con él, pero al llegar, comenzaron a pelear entre sí para determinar quién tendría el mejor sitio en la mesa. Para resolver el problema Arturo instala una mesa redonda donde todos, incluyéndose, tendrán igualdad. Además ofrece su protección y defensa, y la de los demás caballeros, a todos los habitantes cercanos. No se trataba de la proclamación de leyes, sino de una especie de obligación moral y mística, una noblesse oblige. En la leyenda los hombres de la mesa redonda se lanzan a un sin número de aventuras, y en casi todas rescatan doncellas, pelean con dragones, defienden el bien y eliminan injusticias. Siempre están al lado del recto y de los vulnerables. Al final, tragedias personales acaban con Camelot y con la vida de Arturo.

El objetivo en revisar la leyenda no es contar la historia, que en todo caso es bien conocida, sino reflexionar sobre el sentido de la mesa redonda y el idealismo de luchar a favor del bien y la justicia. El ideal de la igualdad entre pares va a renacer por toda la historia de Gran Bretaña como un hilo cultural que finalmente toma la forma de una democracia de tradición y costumbre, y es apropiado que esta crónica se inicie en una alegoría de justicia e igualdad.

Los Reyes de Inglaterra y la justicia

Para ordenar la sucesión de la realeza inglesa he empleado la línea de tiempo provista por Johnson (s/f).

De nuevo, una de las mejoras ventanas hacia la historia de la región proviene de la literatura, sobre todo de las obras históricas de Shakespeare. Un buen comienzo es la historia de Ricardo III, y no es que representa la democracia, porque más bien personifica  a la tiranía. En los siguientes párrafos sigo de cerca una reflexiones mías (Cronick, 2017b) en que examiné este retrato del rey infame, es decir, el opuesto al gobierno justo.

Esta historia del poeta isabelino comienza con Ricardo, duque de Gloucester, un hombre “deformado y inacabado”,  que anuncia desde el comienzo sus planes para “ser un villano”. Ricardo regresa de la guerra, y para ganar el trono, se casa con la viuda (Ana) de un hombre que él ha asesinado. Luego mata a su propio hermano, sus sobrinos e inclusive termina envenenando a Ana. Se declara rey, pero para él no hay ni un momento de gloria, sólo un sórdido ascenso al trono. No es apuesto, él mismo dice (Shakespeare, s/f, la traducción es mía):

Yo, que soy toscamente marcado…
Deformado, incompleto, enviado antes de tiempo
A este mundo para respirar,…
Los perros me ladran…

Después de regresar triunfante de la guerra, no le apetece la vida limitada y vana de un cortesano: quiere el trono, y contempla fríamente un plan como obtenerlo: sembraría desconfianza y rencor entre los miembros de su familia (Shakespeare, s/f, la traducción es mía):

He elaborado intrigas, inducciones peligrosas,
Profecías de ebriedad, libelos y sueños,
Para establecer entre mi hermano Clarence y el rey
Un odio moral, el uno contra el otro…”

Llega al trono, pero luego es abandonado inclusive por quienes le han apoyado, y termina odiado hasta por su propia madre. Es acosado por los espectros de los que ha asesinado. Al final, para asegurar la lealtad de uno de sus generales, mantiene al hijo de éste como rehén; muere desgraciado y sin caballo, corriendo empapado en lluvia y el lodo por el campo de batalla. 

Los que le ajustician a Ricardo son vengadores “heroicos” de la patria, pero al mismo tiempo son miembros de familias rivales, los Plantagenet y los York, que tenían, ellos mismos deseos de llevar la corona. 

Hay en ciertas obras históricas de Shakespeare un sentido de fatalidad funesta: en sus historias el poeta elaboró tramas de reyes desposeídos por usurpadores y pecados ancestrales que venían rondando alrededor de la realeza desde generaciones atrás -desde Henry Bolinbroke  usurpó el trono de Ricardo II-. Se puede, sin exageración, asemejar la familia nefasta de Agamenón con las casas principescas -y fratricidas- de los reyes de Inglaterra desde Ricardo II hasta Ricardo III (los Plantagent, los Lancester y los York).  

Lo que nos interesa aquí es la preocupación de Shakespeare por el “buen gobierno”, casi en el sentido de la Ilustración que iba a aparecer en Europa un siglo después -y que el autor asoma en el personaje de Próspero en “The Tempest”-. El ideal en este entonces era un déspota cultivado, civilizado y ennoblecido que podría dirigir su nación con sabiduría y justicia. Hay otro ejemplo de este prototipo de dictador benévolo y razonable que se encuentra en la ópera de Mozart, “La Flauta Mágica” en el personaje de Sarastro. 
Ricardo III, en cambio, era una escoria deplorable, que con su maldad dejaba traslucir del opuesto: la posibilidad de un rey noble y benevolente. 

Actos y documentos que construyen la democracia

La constitución de Gran Britaña es el resultado de varias fuentes concretas, además de la tradición y las leyendas, principalmente la ley común (common law) y el efecto acumulativo de actos del Parlamento y decisiones legales. Los pasos específicos hacia la autogestión gubernamental fueron: 

a) la Carta Magna que el Rey Juan I tuvo que firmar en 1215 frente a la demanda de los grandes barones de la isla que ya hemos mencionado, 
b) La petición de derecho (The Petition of Right) declara la existencia de libertades como restricciones sobre impuestos no decididos por el parlamento, encarcelamiento si causa, y el uso de la ley marcial. Se acordó el 7 de junio, 1628 y fue el resultado de desacuerdos entre el parlamento y el Rey Carlos I. 
c)) la revolución de Olivar Cromwell cuando éste decapitó al Rey Carlos I en 1649, convirtiendo a Inglaterra en una “república” denominada la “Mancomunidad de Inglaterra” (the Commonwealth of England), que en realidad era una dictadura. Luego se reestableció la monarquía con dos reyes impopulares.
d) El Acto de Habeas Corpus (The Habeas Corpus Act) de 1679 resultó de una acción del Parlamento durante el reinado del Carlos II. Requiere que haya un juicio legal para examinar la legalidad de la detención de los presos. 
e) Los Reyes William III y Mary II derrotaron al Rey James II, y en 1689 acordaron en la Declaración de Derechos (Bill of Rights), otorgar más potestad al Parlamento y crear una monarquía “constitucional” en que el poder del rey fuera limitado por leyes y tradiciones; abrieron también la posibilidad de elecciones para el parlamento. El Parlamento obtuvo del derecho a seleccionar un primer ministro, aunque en realidad el primero fue Sir Robert Walpole más de treinta años después. Se iniciaron la tradición de partidos políticos. Estas provisiones fueron inspiradas en las publicaciones del filósofo John Locke.
f) En 1833 el Rey William IV abolió la esclavitud en todo el Reino Unido. 

Como se puede apreciar, una democracia verdadera en que la monarquía fuera sometida a la ley, y cuando la población en general logre el derecho y el poder de crear estas leyes por medio de sus representantes elegidos, llegaron a Gran Bretaña lentamente.  

En la próxima entrega consideraré la llegada de la democracia a Los Estados Unidos y luego su aparición en Francia.

Bibilografía

Johnson, Ben. (s/f). Kings and Queens of England and Britain. Historic UK. Disponible en: https://www.historic-uk.com/HistoryUK/KingsQueensofBritain/

Mark, Joshua (2017). King Arthur. Ancient History Encyclopedia. Disponible en: https://www.ancient.eu/King_Arthur/


Shakespeare, William (s/f). Richard III. En: The complete Works of Willaim Shakespeare comprising his plays and poems. London: Spring Books. pp. 561-596.


 
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