viernes, 2 de agosto de 2019

El aire que inhalo



El aire que inhalo 
ya pertenece a otros:
a los descendientes, 
a los bisnietos.

Mis palabras ahora
se tornan harapientas,
no suficientes y 
del pasado.

Pero, todavía 
resisto, desafío, 
y camino a pulso
por la vereda. 

Aún quiero admirar 
a sus caras talladas
en el ramaje verde y de luz,
soñadas, de la arboleda. 

                -Karen Cronick

1 comentario:

Gilberto Márquez dijo...

El aire que exhalas – Para Karen
03-08-2019

El aire que inhalas ya pertenece a otros.
Es verdad.
Pero ellos no lo saben.
Como tampoco saben que el aire que exhalas es más valioso aún.
El aire que exhalas viene de haber recorrido un templo mágico, ancestral.
Viene impregnado de la profunda sabiduría, imperceptible, que le confiere la humildad al auténtico amor humano.
El aire que exhalas se diluye en la atmósfera. La siringe de las aves funciona mejor con él para afinar su canto; las abejas lo usan para refrescar sus colmenas, y las flores completan su colorido cuando respiras en tu terraza de El Amarillo.
El aire que exhalas cada vez abunda menos. Por eso hay menos poetas, menos científicos, menos damas y caballeros, menos sonrisas y menos abrazos en las familias.


Puede que tus palabras ahora se tornen “harapientas, no suficientes, y del pasado”, como dices.
Es probable.
Pero es inevitable.
Tus palabras son ancestrales y todo lo ancestral se está diluyendo, como el aire que exhalas.
Tus palabras forman parte de la voz que una vez tuvo la humanidad.
Las palabras que una vez tuvieron los hombres no han cesado de fluir, seguirán rebotando en las piedras; y el viento siempre tendrá a donde llevarlas, porque siempre habrá alguien escuchándolas a la orilla del mar, o en el silencio de las nubes.


Todavía resistes, desafías, y caminas a pulso por la vereda.
Es lógico.
Eres irreductible. Eres irremediable.
Eres irreverente pero muy amable con el camino.
Para ti el camino no es el problema.
Ni lo son los zapatos, ni las formalidades, ni las limitaciones, ni el cuerpo físico, ni los títulos, ni los reconocimientos, ni los conceptos cerrados.
Por eso caminas a pulso por la vereda.
Por eso los miras a todos a la cara, aunque calles humildemente.
Desafías sin atacar. Eso y la dignidad van de la mano y son muy respetables en esta vereda.


Aun quieres admirar sus caras talladas en el ramaje verde y de luz, soñadas, de la arboleda.
Por supuesto.
Siempre ha sido así y así será, con el aire que exhalas meciendo sus cabellos.
El aliento vital pues.

 
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