sábado, 15 de septiembre de 2007

Postcards from Lenningrad / Postales de Lenningrado



English

Yesterday I saw “Postcards from Linningrad”, a Venezolan movie directed by Mariana Rondón. It has to do with a little girl’s memories about her family’s and her village’s participation in the guerrilla en the 60’s.

Technically it was well done: it combines several children’s reminiscences with the circumstances in which the adults found themselves. This happens through the children’s commentaries about the grown-ups (“My grandmother is crazy.”) and infantile drawings imposed on the action scenes.

Nevertheless, I found the movie very irritating and I’ll try to explain why.

It deals with the tragedy of the destruction of the guerrilla by the army. There are good guys and bad guys in the most classic sense of cinema. And the “kids” are clearly the good guys while the Special Forces are the bad ones. What bothers me is that I find myself affectively in agreement with this!

Once in those days I was on a bus getting near the Central University. There was a lot of traffic because “the kids” were demonstrating and had blocked the road. After a while they ran by painting slogans on the vehicles, including the one where I was riding. The other passengers complained:

“Those kids ought to be studying instead of making everyone get to work late!”

But just then the same demonstrators came back with plastic bags full of frozen chickens that they threw through the windows. The passengers fought to get one to take home, and their discourse changed radically:

“Those kids are the true patriots. How brave they are!”

Nevertheless I think that now in the 21st century we have to question the wisdom of having carried out a military rebellion. Too much of Venezuela’s idealist youth died, that could have participated in the political opposition to the principal parties in the 70’s, 80’s and 90’s. I believe the possibility for a viable left was destroyed by this movement, and that the misadventure of the “Caracazo” at the end of the 80´s when the “excluded” habitants of the slum areas looted stores and were then killed by the thousands by the army, was a direct result of the failure that the guerrilla represented.

I was in this country in the times the movie describes, and it’s evident from what I’ve already written that I felt attracted by those rebels. It was the beginning of what seemed to be a political alternative, headed by the Cuban Revolution in opposition to the dominant world economy. This economy had shown itself to be bereft of moral stature toward the end of the Vietnam War.

The guerrilla failed –for many different reasons. And, even recognizing the achievements of the Cuban Revolution, above all in health and education, the regimen never stopped being authoritarian. In the appreciation of many, the Cuban leaders should have stepped down decades ago in favor of national elections.

And in all this lies my discomfort with the movie. It forces me to look back at what I felt years ago, and it does not pull together what I have learned in the intervening years. Now we know that durable political change cannot happen through military force. We know that only the empowerment of the people can do that. We look today at figures like Mandela and Martin Luther King who, in the same decades, achieved irreversible and less costly changes.

Image: http://www.venelogia.com/archivos/1946/

Español

Ayer vi “Postales de Lenningrado”, una película Venezolana dirigida por Mariana Rondón. Se trata de las memorias de una niña con relación a la participación de su familia y su pueblo andino en la guerrilla de los años 60.

Técnicamente la encontré muy bien hecha: combina los diferentes niveles de recuerdos infantiles con las circunstancias vividas por los adultos por medio de comentarios que los niños realizan (“Mi abuela está loca.”) y la imposición de dibujos sobre las escenas de acción.

Sin embargo, la encontré profundamente irritante, intentaré explicar porque me sentí de esta manera.

La película presenta la tragedia cuando la guerrilla fue diezmada por las fuerzas de orden. En ella hay “buenos” y “malos” en el sentido más clásico del cine, y “los muchachos” claramente son los buenos mientras las Fuerzas Especiales del gobierno son los malos. Lo que me trastorna es que al nivel afectivo, y desde mis propias memorias de aquellos días, ¡estoy de acuerdo!

Una vez en aquel tiempo estuve en un autobús llegando a la Universidad Central. Había muchísmo tráfico porque “los muchachos” estaban manifestando y habían trancado el paso. Después de un rato pasaron pintando lemas en los vehículos, incluyendo él donde viajaba yo, y los demás pasajeros reclamaban:

-“¡Estos jóvenes deben estar estudiando en vez de hacer demorar a los demás!!”

Pero seguidamente los mismos jóvenes regresaron con pollos congelados en bolsas plásticas que habían robado de un camión, y los lanzaron por las ventanas. Los pasajeros se atropellaron los unos a los otros para conseguirse uno, y el discurso cambió:

-“¡Estos jóvenes son la flor de la patria. ¡Qué valientes son!”

Sin embargo creo que a las alturas históricas del milenio hacía falta cuestionar la cordura de los rebeldes cuando sublevaron militarmente. Murió demasiada de la juventud idealista que podría haber participado en la oposición de los dos partidos principales en los años 70, 80 y 90. Y creo que se distorsionó las posibilidades posteriores para lograr cambios desde la izquierda. Es mi opinión que la malaventura del “Caracazo” al final de la década de los 80, cuando los “excluidos” de la economía se volcaron a las calles, y en que mucha gente murió a manos del ejército, estuvo directamente relacionada con el fiasco de la guerrilla.

Estuve ya en el país en los tiempos descritos por la película y como ya es evidente de lo que he escrito arriba sentía simpatía por aquellos rebeldes. Después de todo era el comienzo de lo que parecía ser una alternativa política, liderizada por la Revolución cubana, en oposición a una economía mundial, a la vez derrochadora y caracterizada por terrible desigualdad e injustica social. Y era el final de la guerra de Vietnam donde la bancarrota moral del sistema dominante se volvía cada vez más evidente.

La guerrilla fracasó –por múltiples razones. Y, aun reconociendo los logros de la Revolución cubana, sobre todo en salud y educación, el régimen no dejó de ser autoritario y su organización socio-político se basa en el otorgamiento de privilegios sobre todo a los ciudadanos que siguen la ideología y línea del gobierno. Es la apreciación de muchos observadores del proceso que los líderes deben haber cedido el poder a la voluntad popular hace décadas.

Y allí se ubica mi incomodidad con la película. Me fuerza a volver la mirada hacia lo que sentía hace mucho tiempo y no recoge lo que he aprendido desde entonces. Ahora sabemos que no se puede lograr cambios políticos duraderos por medio de la fuerza militar. Sabemos que los cambios sólo llegan por la potenciación de todos los participantes. Miramos y admiramos más bien a figuras como Mandela y Martin Luther King que en las mismas décadas lograron cambios irreversibles y mucho menos costosos.

Imagen: http://www.venelogia.com/archivos/1946/

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