miércoles, 4 de agosto de 2010

Galway Kinnell



English:













Why regret?



Didn't you like the way the ants help
the peony globes open by eating the glue off?
Weren't you cheered to see the ironworkers
sitting on an I-beam dangling from a cable,
in a row, like starlings, eating lunch, maybe
baloney on white with fluorescent mustard?
Wasn't it a revelation to waggle
from the estuary all the way up the river,
the kill, the pirle, the run, the rent, the beck,
the sike barely trickling, to the shock of a spring?
Didn't you almost shiver, hearing book lice
clicking their sexual dissonance inside an old
Webster's New International, perhaps having just
eaten out of it izle, xyster, and thalassacon?
What did you imagine lies in wait anyway
at the end of a world whose sub-substance
is glaim, gleet, birdlime, slime, mucus, muck?
Forget about becoming emaciated. Think of the wren
and how little flesh is needed to make a song.
Didn't it seem somehow familiar when the nymph
split open and the mayfly struggled free
and flew and perched and then its own back
broke open and the imago, the true adult,
somersaulted out and took flight, seeking
the swarm, mouth-parts vestigial,
alimentary canal come to a stop,
a day or hour left to find the desired one?
Or when Casanova took up the platter
of linguine in squid's ink and slid the stuff
out the window, telling his startled companion,
"The perfected lover does not eat."
As a child, didn't you find it calming to imagine
pinworms as some kind of tiny batons
giving cadence to the squeezes and releases
around the downward march of debris?
Didn't you glimpse in the monarchs
what seemed your own inner blazonry
flapping and gliding, in desire, in the middle air?
Weren't you reassured to think these flimsy
hinged beings, and then their offspring,
and then their offspring's offspring, could
navigate, working in shifts, all the way to Mexico,
to the exact plot, perhaps the very tree,
by tracing the flair of the bodies of ancestors
who fell in this same migration a year ago?
Doesn't it outdo the pleasures of the brilliant concert
to wake in the night and find ourselves
holding hands in our sleep?

Español:



Fuente (Photo by Charles C. Ebbets/ © Bettmann Corbis)





¿Por qué lamentar?



¿No te gustó como las hormigas ayudan
a los brotes de la peonía al engullir el pegamento?
¿No te alegró al ver los herreros
sentados sobre una larga viga sostenida por un cable,
en fila, como estorninos, almorzando, tal vez
chorrada en pan francés con mostaza fluorescente?
¿No fue una revelación zarandear
desde el estuario, por todo el río,
la caza, la gaza, el recorrido, el rasgón, la cañada,
la rambla que escasamente mana, a la conmoción de la primavera?
¿No te hizo casi temblar, al escuchar los piojos en los libros
chasquear su disonancia sexual dentro de un viejo
Real Academia de última edición, quizás justo habiendo
ingerido illero, escofina y talscocon?
Oiga ¿Qué cosa imaginaste que se acecha
al final de un mundo cuya sub- sustancia
es limo, lodo, guano, baba, moco, inmundicia?
Olvídate de demacrarte. Consideras al reyezuelo
y cuán poca carne hace falta para producir una trova.
¿No te pareció conocido cuando la ninfa
se partió y la cachipolla se pugnó por liberarse
y voló y encaramó, y -a la sazón- se abrió por la espalda
por el exosqueleto, y el adulto verdadero
se arrojó, respingó y se levantó al aire, buscando
el enjambre, boca ya vestigial,
canal alimentaria detenida,
sólo un día o una hora para encontrar el ser deseado?
O cuando Casanova levantó el platillo
de linguini en tinta de calamar y lo deslizó
por la ventana, y dijo a su sorprendida compañera:
“El amante perfeccionado no come.”
Cuando niño ¿No te encontraste tranquilizante imaginar
a los oxiuros como diminutos batones
dando ritmo a los apretones y relajos
alrededor del descenso de los deshechos?
¿No vislumbraste a las monarcas
en lo que pareció tus propias blasones
aletear y planear, en deseo, en medio del aire?
¿No te calmó pensar que estos frágiles
seres abisagrados, y luego sus nietos,
y luego los nietos de sus nietos,
podrían navegar, obrando en tanda, hacia México
al lugar exacto, tal vez al mismísimo árbol
siguiendo el destello de los cuerpos de sus ancestros
que cayeron en igual migración hace un año?
¿No rebasa inclusive el placer de un concierto brillante
despertar en la noche y dar nos cuenta
que estuvimos agarrados por las manos en nuestro sueño?


Fuente de la foto



VER también esta otra y maravillosa foto

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