sábado, 13 de agosto de 2011

La esclavitud, la añoranza y Tarea


Fuente del dibujo






En la penúltima página de El Reino de este mundo (Alejo Carpentier), el personaje principal Ti Noel reflexiona: 

 “Ti Noel… comprendía, ahora que el hombre nunca sabe para quién padece y espera. Padece y espera y trabaja para gentes que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá  de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es.  Es imponerse Tarea…. Por ello, agobiado en penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida, en el Reino de este Mundo“ (p. 21).
Ti Noel ha sido testigo de esclavitudes de todo tipo: de los negros bajo el látigo de sus amos blancos, de los Negros bajo el azote de un emperador negro y finalmente, de los desposeídos frente a una incipiente noción de propiedad privada y dictadura. A través de todo, no pierde sus conocimientos sobre los poderes de los espíritus africanos y su intuición sobre una añorada, escurridiza y a fin de cuentas, inalcanzable justicia mundana.
Estas palabras me conmovieron a pesar de su mezcla tan extraña de pesimismo y optimismo. Tengo una edad que me permite recordar el paso de varias tiranías, intentos democráticos y vueltos a la tiranía. Veo esta oscilación hoy en día en todas partes: los Estados Unidos,  la antigua antorcha de derechos y ley que se convierta en una sociedad cerrada y militarizada, los árabes que pelean para lograr una dorada y resbaladiza libertad y, en América Latina, nuestros tambaleantes esfuerzos para conseguir equilibrio ente la justicia social y la opresión. Veo como los Amos del Valle no son nada en comparación de los Amos Globales y junto a ellos nuestra inercia para movilizarnos para controlarlos.
Pero como dice Carpentier: queremos ser mejores de lo que somos y podemos amar en el medio de todo aquello. De allí y al a vez, nuestra desgracia y nuestra posibilidad.

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