domingo, 30 de junio de 2013

El raciocinio de la calle


 
 
En estos tiempos donde, parece, en mucho del mundo se intenta decidir los asuntos públicos en la calle y no por medio de sus representantes legales elegidos para discutirlos, es necesario reflejar sobre qué significa esto. El fenómeno no es nada nuevo, desde tiempos romanos –como quedará manifiesto más abajo en estas reflexiones- se han debatido importantes asuntos políticos en la calle.


Es necesario distinguir primero “calle” de la “arena” pública. El primero es un lugar cualquier donde puede reunirse una acumulación variada y no representativa de personas que intentan imponer por la fuerza una opinión o una acción política. “Arena” en cambio, es un término usado por los griegos para referir a una plaza donde se reúnen todos los ciudadanos con derecho a voto para debatir la agenda pública.
 

El problema es que ya no quepamos todos en una “arena” o plaza pública. Nuestras poblaciones se miden en cifras de millones y por esto necesitamos mecanismos especiales tanto para elegir quiénes nos representarán como regir cómo será su debate. Necesitamos poderes distintos que se dividen según las necesidades de gobierno, es decir, instancias de administración, legislación y jurisdicción. Necesitamos leyes en que podemos confiar que pre-datan cada elección y cada discusión oficial, y agentes que las observarán de manera también confiables. Esto se llama democracia.

 
Otro problema es que cuando los procesos democráticos se quiebran, recurrimos a la calle. Es un lugar donde las decisiones se toman por la fuerza: la muchedumbre más grande y fornida gana. Y por esta razón quienes protestamos en “la calle” necesitamos tener bien en claro sus peligros, que no son sólo de violencia callejera, sino también de la manipulación del pensamiento de los participantes.

 
Quisiera reflejar brevemente a la democracia de a pie, de la calle, por medio de la obra de “Julio Cesar” de Shakespeare.


Antes de analizar este tema, es necesario aludir muy brevemente a los motivos de los actores principales en la obra shakesperiana: en el comienzo de la obra, la ciudad de Roma espera la llegada de su héroe, Julio Cesar; dicen algunos obreros que andan por las calles:
 

“…Esperamos celebrar un día de fiesta,
A ver a Cesar y aclamar su victoria”.


Pero un grupo pequeño de romanos se preocupan porque perciben en Cesar un dictador potencial: ven en él el fin de la República; Bruto, por ejemplo dice:

 
…Tengo miedo que la gente
Escogerá a Cesar para ser su rey.”

 
Casius, amigo de Bruto también se preocupa la pérdida de autoridad de los antiguos aristócratas debido a la creciente popularidad de Cesar:
 

“Mira, ¡hombre! 'De un trance él cruza el estrecho mundo
Como un coloso, y nosotros, los hombres menores
Caminamos bajo sus enormes piernas y asomamos por allí a ver
Sólo para encontrar tumbas deshonrosas.”

 
Así está la puesta la escena. Los conspiradores matan a Cesar en el tercer acto; luego hay otros personajes que quieren emplear la muerte de Cesar para su propio provecho: quieren convertirlo en mártir para luego quedar ellos con el poder. Mientras tanto los asesinos intentan justificar su actuación frente a un pueblo enojado.

 
Bruto, quien acaba de asesinar a Cesar, asciende una escalera frente al capitolio y, con el cuerpo ensangrentado de Cesar yaciendo en las gradas, habla con el tropel de con-ciudadanos que lo consideran culpable de un crimen terrible; dice Bruto:


“Que tengan paciencia hasta el final.
¡Romanos, paisanos y afectuosos! Óiganme
Por mi causa y quédense en silencio para poder escuchar:
Créanme por mi honor, y tengan respeto por mi honor,
En que creen: censúrenme en su sabiduría.
Despierten sus sentidos para juzgarme mejor.
Si hay quien en esta asamblea, cualquier querido amigo
De Cesar, digo que el amor de Bruto para Cesar
No fue menor que el suyo. Si entonces aquel amigo exige
Por qué Bruto sublevó contra Cesar, ésta es mi respuesta:
-No que amé menos a Cesar, pero que amé
Mas a Roma….
¿Quién hay aquí tan ruin que no ama a su país?
Entonces: ¡que hable!
Porque es a él quien he ofendido
Espero para oírles….”

 
Bruto califica de ambicioso a Cesar, explica que era una amenaza a la República y que aunque amaba al hombre, amaba más a Roma. Entonces invita al pueblo a hablar, a que los que no quieren a su patria, que se identifiquen; pero la masa que le escucha se ha convencido por las palabras que acaben de escuchar:

 “¡No, Bruto, ninguno!”

“Todos:
¡Que viva, Bruto! ¡Que viva, que viva!

 “Primer ciudadano:
¡Llévalo con triunfo a su casa, a su casa!
 
Segundo ciudadano:
Dale una estatua junta las de sus ancestros.

Tercer ciudadano:
¡Qué Bruto sea Cesar!

Cuarto ciudadano:
Lo mejor de Cesar
Quedará investido en Bruto.

 
Pero entonces llega el segundo orador, Marco Antonio. Se da cuenta que la opinión pública está en su contra y empieza con cautela ensalzando a Bruto, luego comienza a insertar dudas y termina condenando a los asesinos de Cesar. Es una alocución que se ha quedado en la historia de la literatura por su retórica inigualable, lamentablemente por falta de espacio sólo la presento de manera abreviada:  

 
“Amigos, romanos, paisanos, préstame tu atención;
Vengo a enterrar a Cesar, no alabarlo.
La maldad que hacen los hombres les sobrevive;
Lo bueno a menudo se entierra con sus huesos;
Que sea así con Cesar. El noble Bruto
Les ha dicho que Cesar era ambicioso:
Si fuera así, fue una falta lamentable,
Y lamentablemente por esto Cesar ha pagado.
Aquí, con el permiso de Bruto y los demás—
Porque Bruto es un hombre honorable;
Y así son todos, todos hombres honorables—
Vengo a hablar en el funeral de Cesar.
Cesar fue mi amigo, fiel y justo conmigo:
Pero Bruto dice que era ambicioso;
Y Bruto es un hombre honorable….
Cuando los pobres han lamentado, Cesar ha llorado:
La ambición debe haberse construido de materiales más fuertes:
Sin embargo Bruto dice que era ambicioso;
Y Bruto es un hombre honorable…
Hablo no para desmentir lo que dijo Bruto,
Pero estoy aquí para hablar de lo que sé.
Ustedes todos una vez lo amaban a Cesar, no sin causa:
¿Por qué entonces no lo están afligidos ahora?
¡O juicio! Usted se ha huido hacia bestias brutas,
Y los hombres han perdido su razón. ¡Quédense a oírme!
Mi corazón está en el féretro con Cesar,
Y debo hacer una pausa hasta que me regrese.”

Y Marco Antonio en este momento se pone a llorar la muerte de Cesar frente al público que minutos antes consideraba héroe a Bruto. ¿Cómo reaccionan los ciudadanos en la plaza que escuchan a este nuevo orador? Antes para ellos, Bruto, el asesino de Cesar, era un triunfador que había liberado la nación, y ahora contestan así:

Primer ciudadano:
Creo que haya mucha razón en lo que dice.

Segundo ciudadano:
Si lo piensas bien.
Cesar ha recibido mucho mal…

Cuarto ciudadano:
…Es cierto que no era ambicioso….

Tercer ciudadano
No hay hombre más noble en Roma que Antonio.

 
El pueblo se deja llevar por el mejor o el último orador.
 

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