sábado, 12 de octubre de 2013

Morgan Freeman y la eternidad


organ Freeman esta noche habló de las posibilidades biológicas y computacionales de poder algún día restaurar los muertos a la vida y re-crear sus memorias y personalidades.

Personalmente encuentro muy desagradable este tipo de narcisismo, primero porque supone que seamos individualmente tan valiosos que el universo no soportaría perdernos. Pero además pierde de vista que seamos puntos en un continuo que van desde nuestros antepasados hasta nuestros nietos y más allá. Y finalmente supone que nuestro valor esté en el flujo de memoria de cada quien, y no en nuestros proyectos particulares, es decir las producciones que intencionalmente hemos desarrollado como el trabajo de nuestros vidas.

Estos proyectos están precisamente en nuestros hijos y nietos, y en lo que hemos podido plasmar, escribir y realizar. A veces esta riqueza de experiencia está en interacciones que ni siquiera sabíamos que importaban en el momento. Por ejemplo cuando mi primera hija era muy pequeña, me quedaba en casa cuidándola. Había una vecina que llegaba todas las mañanas, justamente cuando yo quería hacer los trabajos de mantenimiento –en aquellos días lavábamos pañales-, y la presencia de esta mujer impedía que podría tener la tarde libre para salir. Había que darle un café y hablar largo rato de grandes banalidades. De repente las visitas terminaron, y aunque le llamé algunas veces, no regresó. Meses más tarde me encontré con ella; me recordó aquellos encuentros y extrañamente me agradeció: me dio que había pasado un tiempo en que quería suicidarse, y sólo las distracciones de la mañana le mantuvieron con vida. Yo no había hecho nada, no sabía nada, pero sin embargo yo había logrado algo muy importante con mi mera presencia unas horas de cada día.  Y todavía más curioso: su confesión quedó quemada en mi memoria y mi apreciación del significado de la vida. Si yo le ayudé, aun inconscientemente, ella me ayudó más porque aún hoy en día mido mis acciones en términos de lo que podrían significar sin que yo lo sepa.

Entonces de esto hablo: nuestra eternidad no estará en la preservación nuestras celdas o nuestras sinapsis: está en el efecto que hemos tenido en el mundo, y curiosamente dichas consecuencias durarán mucho tiempo. Aunque nuestros bisnietos no lo sepan, estaremos presentes en sus gestos, en ciertas maneras suyas de hablar, pero sobre todo en sus propias obras, a pesar que dicha presencia únicamente sirva para que ellos rechacen, reconsideren y rehagan nuestra personal y pasada contribución. 
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