lunes, 17 de febrero de 2014

Fascismo, Stanley Milgram y Philip Zimbardo



ay varias cosas que quisiera decir esta mañana:




1.                  En nombre de la precisión del lenguaje tenemos que abandonar la invectiva “fascista”. Los dos lados del conflicto político en Venezuela la arrojan como un proyectil vacío que tiene la sola intención de descalificar y enojar al otro, como hacen los niños malcriados en el recreo. Sugiero que busquemos adjetivos que realmente describen los sistemas políticos que intentamos representar. Esto quiere decir que tengamos que averiguar en la literatura lo que dicen los politólogos al respecto: es un pequeño esfuerzo en nombre de la claridad.
2.                  Es muy difícil escucharnos en este conflicto, sobre todo porque sólo nos comunicamos por medio de insultos. Tenemos que buscar –activamente- interlocutores capaces de hablar que pertenecen al otro lado del conflicto: es una tarea para las personas en ambos lados. Cuidadosamente  tenemos que ir separando el grano del desecho en los discursos que oímos. Digo esto porque estamos hablando de las dos mitades del país: no puede ser que casi 15 millones de personas (aproximadamente la mitad de la población) carecen totalmente de la capacidad de razón.
3.                  En este mismo espíritu hay que ir reconociendo y separando los individuos cuya conducta criminal los aleja de cualquier discurso productivo. Los hay por muchas razones:
a) algunas personas son agresivas debido a sus trastornos particulares,
b) desde los experimentos de Stanley Milgram (*) sabemos que ciertas condiciones de sometimiento al poder aniquilan la capacidad de las personas para escoger lo correcto,
c) desde los experimentos de Philip Zimbardo (**) sabemos que condiciones dramáticas de desigualdad en el poder –como las que se encuentra en una cárcel– pueden elicitar conductas de extrema crueldad. Esta observación no es para excusar a los implicados en los eventos recientes en Venezuela; se trata de un aviso sobre lo que se puede llegar a esperar en ciertas situaciones. Si no queremos estas conductas tenemos que cambiar las condiciones que las producen, así de simple. Pero sabiendo esto, creo que hay que hablar –y mucho- sobre este fenómeno para contribuir en algo a su neutralización; hemos aprendido también que personas que se encuentran en dichas situaciones pueden resistir cometer actos de bestialidad si están conscientes de este hecho.

Referencias:

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