lunes, 8 de junio de 2015

En defensa a las universidades


En Venezuela hay un ataque generalizado contra las universidades, y en el Internet se ven cuestionamientos sobre sus costos, su eficacia y sus posiciones sobre lo social y lo político. Por esto he decidido re-publicar algo que escribí en Facebook.

Claro, las universidades cuestan dinero. La investigación y el trabajo docente no son baratos, y aún así no son lujos. Es fácil criticarlas porque no producen "cosas" evidentes, pero si uno mira detrás de las grandes compañías tecnológicas y farmacéuticas, el pensamiento riguroso es el pilar que apoya a sus productos: las vacunas, los antibióticos, los puentes sobre los ríos, los edificios donde vivimos, los carros donde viajamos, el precioso celular que cargamos en el bolsillo, en fin todas las “cosas” que hace moderna a la vida moderna. Y esto es sólo lo obvio.

Pareciera que la psicología, la filosofía, la historia, el estudio del lenguaje y las bellas artes sean únicamente azúcares casi diabéticos encima de la torta del conocimiento. Pero si el ser humano no se contemple a sí mismo se pierde esto que llamamos civilización. A veces se reclama: “ah, pero podemos volver a vivir la vida natural de los bosques y las tribus”, pero, primero, ya somos muchos mil millones de habitantes sobre el planeta y esto no es físicamente posible. Segundo, ya no podemos jugar que la tierra es plana y que Pacha Mama nos va a proteger para siempre. Además, la vida es mucho más bella acompañada por Platón, San Agustín, Copérnico, Newton, Descartes, Locke, Freud, Khun y los muchísimos otros pensadores que nos han enriquecido.

Las universidades a veces se conciben como una escalera en el ascenso social, y aunque sea cierto que un título ayuda a conseguir un buen trabajo, lo que vale al final no es el papelito sino lo que significa en términos de reflexión, abertura de la mente, cuestionamiento y unas claras miradas por los telescopios y los microscopios de la mente.

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