domingo, 9 de agosto de 2015

Hiroshima y Nagasaki


En este aniversario de la masacre de Hiroshima y Nagasaki, quisiera recoger algunas reflexiones que he hecho a través de los años:

1. Los días 6 y 9 de agosto, 1945, el presidente de los Estados Unidos aprobó el uso de las bombas atómicas que destruyeron las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Pero no estaba solo. Tenía a sus espaldas el alto mando militar de aquel país y el peso de los resultados del Proyecto Manhattan que no sólo había costado mucho dinero, sino que representaba un temible adelanto en la tecnología de la muerte. Estas bombas eran horrendamente letales.

2.     La mortandad entre víctimas iniciales de Hiroshima y Nagasaki (estimadas en 246.000) y los que murieron después por lesiones o enfermedades no tiene paralelo en la historia de la humanidad.

3. Los estadounidenses crearon una cortina afectiva para ocultar lo terrible de todo aquello. Llamaron las bombas por nombres que podrían usarse para mascotas inofensivas (“Muchachito” y “Gordito”) y por muchos años no se permitía mostrar sus efectos sobre la población civil en Japón en la televisión o el cine. Luego en los años ‘50 hubo en aquel país una especie de reacción al revés (regreso de lo reprimido) cuando todo el mundo tenía como preocupación central en sus vidas personales el peligro de un ataque por parte de la Unión Soviética con armas similares. Casi todas las viviendas tenían un cuarto de resguardo donde las familias podrían esconderse, a pesar de que en realidad estos espacios no ofrecerían ninguna protección real contra armas atómicas.

4. A lo mejor, y en el espíritu de el Juicio en Nuremberg, valdría buscar culpables individuales por todo esto. ¿Quiénes serían estos malignos? ¿Albert Einstein quien alertó al Presidente Roosevelt que a lo mejor los alemanes iban a construir una bomba semejante antes de los aliados –así iniciando el Proyecto Manhattan-? ¿El Presidente Harry Truman? ¿Julius Robert Oppenheimer, el jefe científico del Proyecto Manhattan? ¿El Estado Mayor Conjunto de los militares? ¿Los generales estadounidenses de las fuerzas armadas en el Segundo Guerra? ¿Los pilotos de los aviones Enola Gay y Bockscar?

5. A lo mejor hay que buscar las culpas y causas en dinámicas históricas que permiten alta crueldad en nombre del miedo, del patriotismo y del odio. Esto pone la culpa sobre todos (nosotros mismos) que nutren y transmiten estas emociones. Los casos son demasiados numerosos para comenzar una lista de ellos, pero los más tristes se encuentran en posiciones de mando cuando que nos den modelos violentos de interacción.

5. Yo abogo por una nueva educación de paz, tolerancia, convivencia y aceptación de las diferencias.

6. Pero además creo que hay que arrojar un fuerte rayo de luz sobre algunos monstruos que todavía acechan entre nosotros. Hablo específicamente de quienes se benefician económicamente con la manufactura de armamentos.  Y quienes hacen carrera con su uso. Estos dragones todavía quedan por ser domados.

7. Hiroshima y Nagasaki nos pueden enseñar mucho en el Siglo XXI: se trata básicamente de lo que el vacío de amor ha producido y sigue produciendo.

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