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¿Qué es lo que hace que la gente delire tras líderes carismáticos? ¿Y los motiva a agarrarse a una ideología salvadora aún cuando, con el tiempo, quede obvio que conduciría a una hecatombe económica y social?
No refiero a figuras como los golpistas de Chile y Argentina en las décadas 70-80 cuando hubo entre los militares ciertos motivos de provecho propio. Hablo más bien de movimientos generalmente populares como él de los últimos quince años en el país.
Yo diría que estos corrientes nacen de la desesperación. Tienen que haber condiciones previas e insoportables para que los políticos tengan éxito en promocionarse como tablas salvadores. Los motores de estas tendencias son las grandes desigualdades económicas y la sordera de los gobiernos que dejan de escuchar a sus poblaciones. En Europa y Los Estados Unidos actualmente las condiciones de desigualdad son particularmente notables, y por lo tanto medran personajes como Maríe Le Pen, Pablo Iglesias y Donald Trump. Ellos pregonan posiciones ideológicas variadas pero de igual forma son peligrosas.
A pesar de que ahora añoremos los anaqueles llenos de productos de la Cuarta República, tenemos que recordar que ciertos sectores en Venezuela no tenían acceso al aparente bienestar de aquellos días. Es importante mantener esto en mente al elaborar nuevas soluciones para el país.
Lo políticamente correcto refiere a lo que se puede decir en público o en la televisión. Agravios tradicionales, como las palabras más ofensivas para referir a la raza, la nacionalidad o la orientación sexual se prohíben para limar las asperezas interpersonales más agresivas.
Se trata de cambios sociológicos por medio de la semántica. Lo indecible se cubre con eufemismos, o en el mejor de los casos se asoman sinónimos con connotaciones más benignas.
El problema es que aquellos viejos prejuicios se quedan allí, ulcerándose debajo de la veda de significados ocultos, que sin embargo se comunican por miradas en la calle y conversaciones privadas en casas o tabernas.
Ahora lo políticamente incorrecto está de moda, y aquella vieja olla rancia se destapa. Llegan personas como Donald Trump, y los votantes reaccionan con alivio. La palabrota se dice desde el podio; se rasga la ambivalencia de la tabú, y los que se han mandado a callar se sienten liberados.
Estas palabras prohibidas denotan el rencor en sus múltiples formas. Cuando de nuevo se permita que entren pronunciadas en la las relaciones formales de convivencia, de hecho se legitima al odio.
Todo el mundo se preocupa por los símbolos patria, pero no estamos capaces de percibir la mega-desastre que nos viene encima.
El Guri se seca, en parte debido al muy nombrado “El Niño”, pero más a causa de la deforestación y la minería que ha ido ocurriendo por las riberas del Rio Caroní y que han sido denunciadas por expertos desde hace más de diez años . La sequía es culpable de sólo una pequeña parte de la pérdida del volumen de agua en la represa.
Los responsables verdaderos somos quienes hemos pensado que se puede ir extrayendo recursos de la tierra sin reponer vegetación y sin cuidar los bosques. Es decir, los causantes somos todos que no hemos defendido los suelos de la nación.
¿En qué consiste la desastre? Las ciudades de Venezuela van quedándose sin agua. Además, no habrá electricidad, ni para las luces en la noche, ni para los electrodomésticos, ni para las computadoras y el Internet y ni para los telecajeros de los bancos.
Parte de las dificultades con el suministro de electricidad viene de la falta de mantenimiento de las plantas de generación. Sólo se puede preguntar dónde fue el dinero destinado a esta obra que debe ser constante.
Yo quisiera ver una sola marcha en Caracas donde la gente reclama la recuperación de las riberas del Caroní y la maquinaria de la represa.
No entiendo por qué permitamos tanta degradación ambiental.