domingo, 15 de mayo de 2022

The tragedy of adolescent assassins / La tragedia de los asesinos adolescentes

 

K. Cronick


English

In the United States this week two young men killed multiple people in anonymous slayings. One killer was 18 years old and the other was 17. They are not the only adolescent murderers either in that country or in the rest of the world; for example, juvenile bands of young killers roam the streets of Latin America, and child-soldiers in Africa make up the majority of some militias.  Aside from the tragedy represented by these boys’ victims, which is intolerably sad, we also have to think about the collective heartbreak that these assassins themselves signify. What makes a boy this age kill?

There are many well-known causes. The need to identify with peers that belong to gangs, abusive home conditions, environments that foster bullying, grinding poverty, childhood abandonment, and many other influences. The professional literature has dealt extensively with them. The point here is not to name them all, but rather ask how it is possible that societies tolerate these influences in their cities, towns, neighborhoods, and homes.

It is well known that free and good education, access to sporting installations, affordable health care, the elimination of homelessness, and the possibility of participation in a society’s cultural activities can reduce juvenile crime. How can it happen that these benefits are not standard offers made by all governments?

This last question is, of course, ironic. We know the reasons. The privileged choose to ignore the needs of others. In some places those in power absorb all the available resources for themselves. Much money is made by having marginalized young people participate in delinquent activities. Certain ideologies survive based on the cultivation of cultural rejection and social hate. And, of course, the armament industry benefits largely from these ideas.

But all this leads to another question: The existence of these exclusion systems is a large, non-flattering social mirror. When will come the time that we, like fairy-tale stepmothers, can no longer simply ask the mirror to tell us that we are the most beautiful, but rather hear it say that we are severely distorted.

Español

La tragedia de los adolescentes asesinos.

En los Estados Unidos esta semana, dos jóvenes mataron a varias personas en asesinatos anónimos. Un asesino tenía 18 años y el otro 17. No son los únicos asesinos adolescentes, ni en aquel país, ni en el resto del mundo; por ejemplo, bandas juveniles de jóvenes asesinos deambulan por las calles de América Latina, y los niños soldados en África constituyen la mayoría de algunas milicias. Más allá de la tragedia que representan las víctimas de estos muchachos, que es intolerablemente triste, también hay que pensar en el desamor colectivo que significan estos mismos asesinos. Ellos también son víctimas. ¿Qué hace que un chico de esta edad mate?

Hay muchas causas bien conocidas. La necesidad de identificarse con compañeros pertenecientes a pandillas, condiciones de hogar abusivas, ambientes que fomentan el bullying, pobreza extrema, abandono infantil y muchas otras influencias. La literatura profesional se ha ocupado extensamente de ellas. El punto aquí no es nombrarlas a todas, sino preguntar cómo es posible que las sociedades toleren estas presiones en sus ciudades, pueblos, barrios y hogares.

Es bien sabido que la educación buena y gratuita, el acceso a las instalaciones deportivas, la atención médica asequible, la eliminación de la falta de vivienda y la posibilidad de participar en las actividades culturales pueden reducir la delincuencia juvenil. ¿Cómo puede ser que estos beneficios no sean ofertas estándar que hacen todos los gobiernos?

Esta última pregunta es, por supuesto, irónica. Conocemos las razones. Los privilegiados eligen ignorar las necesidades de los demás. En algunos lugares, los que están en el poder absorben todos los recursos disponibles para sí mismos. Se gana mucho dinero haciendo que los jóvenes marginados participen en actividades delictivas. Ciertas ideologías sobreviven basadas en el cultivo del rechazo cultural y el odio social. Y, por supuesto, la industria armamentística se beneficia en gran medida de estas ideas.

Pero todo esto lleva a otra pregunta: la existencia de estos sistemas de exclusión es un gran espejo social poco halagüeño. ¿Cuándo llegará el momento en que nosotros, como madrastras de cuentos de hadas, ya no podamos simplemente pedirle al espejo que nos diga que somos los más hermosos, sino escucharlo decir que estamos severamente distorsionados?

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