lunes, 1 de mayo de 2017

¿Por qué las guerras?

Tengo una larga memoria. Puedo recordar el fin de la Segunda Guerra Mundial, la de Corea, la de Vietnam, las del Medio Oriente, La Guerra Fría y probablemente otras. Veo ahora los viejos países enemigos son amigos o están estrechando lazos entre sí. Y los aliados de antes ahora se miran con suspicacia. Corea del Sur está firmemente aliado a sus viejos antagonistas aunque Corea del Norte sigue en una situación bélica reglamentada por una frágil tregua. Me pregunto: ¿Qué es lo que nos motiva a matarnos mutuamente?
Por regla general los antagonismos no surgen de los ciudadanos comunes, aunque sean ellos los instrumentos finales de las matanzas. Ellos son arrastrados a actuar por influencias que no manejan y que generalmente no entienden. Una de estas influencias es el afán de poder de individuos que saben encaramarse sobre las lealtades equivocas y pequeños odios ya existentes en las poblaciones. Si tenemos miedo atávico (y por ende odio) a los chiita, o a los suní, o los judíos, o a los tutsis, o a los hutus o a los mexicanos, o a los migrantes en general, siempre habrá un ambicioso que nos lo recordará y lo magnificará para sus propios propósitos. Somos todavía miembros de nuestras tribus ancestrales. También nos pueden movilizar por creencias: no hace mucho los protestantes y los católicos se mataban entre sí en Irlanda. Los comunistas contra los no comunistas. Los fascistas contra todo el mundo. Y mirando atrás a la historia: los seguidores del faraón egipcio Akenatón y su culto heliolátrico se opuso al poder clerical de los sacerdotes tebanos con resultados nefastos para su familia y sus seguidores. Los antagonismos religiosos se vuelven indistinguibles de las peleas por la tribu: los babilonios contra los asirios contra los idumeos contra los filisteos contra los egipcios contra los hititas contra los hebreos…. Es decir, nuestros líderes se benefician de nuestras referencias tribales para dominarnos. También el acceso al armamento conduce a la guerra. Hay grandes intereses económicos en la producción y distribución de instrumentos letales de todo tipo. Además estas industrias y negocios están fuertemente ligados a otros tipos de producción económica como maquinaria pesada, los conglomerados de petróleo y todo que tiene que ver con computación y el mundo digital. Tan pronto que un lote de armamento se usa (se destruye) hace falta reemplazarlo o crear otros enseres más letales aún. Es el negocio ideal. Pero parece que en nuestros orígenes no fuimos tan guerreros. En un interesante artículo Brian Ferguson (2005) dice que aunque más que 90 por ciento de todos los pueblos han “hecho guerra”, y 25 por ciento de los hombres adultos han terminado sus vidas en el combate, no hay indicaciones de guerra en los restos arqueológicos más antiguos de la humanidad. Sólo se puede decir que para el año 5.500 en Anatolia la Guerra era frecuente. ¿Qué nos conduce a pelear? Los sociólogos, los psicólogos, los politólogos, los antropólogos y los demás que nos dedicamos a las ciencias sociales deberíamos abocarnos en masa e estudiar esto. Referencia: Ferguson, R. Brian (2005). Tribal warfare and "ethnic" conflict. Cultural Survival Quarterly Magazine. Disponible en: https://www.culturalsurvival.org/publications/cultural-survival-quarterly/tribal-warfare-and-ethnic-conflict

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