miércoles, 28 de octubre de 2020

Las tres taras: el hombre fuerte, el socialismo y las diversas democracias


Tenemos tres taras políticas en el Siglo XXI; son: a) nuestra fascinación/repulsión con la figura del líder fuerte, b) nuestra interpretación de la palabra “socialista” y c) nuestras múltiples interpretaciones del concepto de “democracia”.

El hombre fuerte aparece como una figura de salvación aun cuando llegue al poder por medio de las armas. Son eternos: en América Latina incluyen a: Jorge Rafael Videla, Alfredo Stroessner, Hugo Banzer, los Somoza, François Duvalier, Fidel Castro, Rafael Lónidas Trujillo, quienes han gozado de cierta popularidad en sus tiempos, pese a que no todos sus seguidores se beneficien económicamente de sus regímenes.  Proclaman distintas filosofías fiscales, pero en el fondo su política esencial es lograr, mantener y fortalecer su propio poder. Todos tienen opositores ocultos, algunos quieren sustituirlos en el poder (“quítate tú para ponerme yo”), y otros desean terminar con la tiranía e instalar algún tipo de poder popular.

Para muchas personas la figura del dictador va mano a mano con el concepto de socialismo. El socialismo es una idea que casi ha perdido sentido hoy en día porque en la boca de ciertos los dictadores sólo se trata de un canto de ninfas marinas para atraer a los marineros hacia los escollos de su destrucción.  La idea original provino de ciertas filosofías decimonónicas que promovían la igualdad económica en las sociedades de incipiente industrialización. Luego la idea fue incorporada en la noción de “Comunismo” la cual incluía el requisito de la “dictadura del proletariado” como una estrategia esencial para alcanzar a la tan deseada igualdad. Paralelamente en algunas democracias históricas como las de Inglaterra, los Estados Unidos, Holanda y Escandinavia, la palabra ha señalado programas de bienestar colectivo como los seguros sociales, las pensiones para los ancianos y educación gratuita y universal. Es evidente que estas acepciones son contradictorias, incompatibles y opuestas. 

Para muchas personas la palabra “socialista” es un sinónimo de “dictadura”. Se trata de una asociación/reflejo, es decir algo que produce -primero y sin reflexión- un gran rechazo hacia las propuestas políticas que tienen que ver con el bienestar. Es una asociación que rebasa, inclusive, a la aversión que las personas tienen hacia los aspirantes a la figura del “hombre fuerte”. En estos casos las personas huyen del socialismo justo a las redes “salvadoras” del dictador.

Finalmente, el concepto de democracia es complejo, pero de manera muy breve se puede decir que tiene que ver con el control ciudadano del manejo político y económico de un país, que normalmente se logra por medio del voto popular. Es inconciliable con la idea de la dictadura del proletariado, pero puede tener entre sus políticas programas de bienestar social. Las personas pueden elegir candidatos que promueven la salud popular y la educación gratuita y universal, por ejemplo.  Igualmente, en una dictadura pueden existir programas similares, pero en general no responden a sus objetivos principales ya que, primordialmente, ellos desean mantenerse ellos mismos el poder.   


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